Revista Néctar

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Tuesday, September 15, 2009

la creación, el creador y su
mujer


¿En qué estaría pensando el bueno de Dios cuando inventó la papa, esa divertida papa que si se la frita en bastoncitos se convierte en un domador de niños? ¿Qué día habrá tenido, cuando se le ocurrió inventar el caballito de mar, el animalito que la imaginación imagina?

¿Y con qué habrá soñado la noche previa en la que decidió inventar los amaneceres, con esos colores explotando de la paleta de pintar del cielo?

“Prakriti”, se dice en sánscrito, a todo aquello que es creado. Y “purusha” se usa para denominar al “creador”. Cuando los seres humanos actuamos como “purusha”, intentando ser los dueños de los recursos de la naturaleza, estamos olvidándonos de que nosotros también somos parte de la misma. Al punto: nosotros también somos seres creados. Maravillosos seres creados capaces de crear mil maravillas. Sin embargo todo lo que usamos para crear, incluyendo los elementos tales como silicio fino, esencia de rosas o esperma de ballena, son parte de “prakriti”, la naturaleza creada por el infalible “purusha”. E incluso también la inteligencia que tenemos para combinar los elementos y crear esperma de rosas, esencia de silicio o finas ballenas , también es parte de “prakriti”.

Nosotros, los seres que con nuestra mente e inteligencia maravillosas creamos combinaciones maravillosas de papas de mar, amaneceres fritos y caballitos de colores, también somos “prakriti”, seres creados, que a la vez podemos crear. Sin embargo, como tenemos la facultad de crear, nos creemos “purushas”, pero en realidad no creamos nada: sólo nos creemos que creamos.

Reconvertirnos de “purushas” en “prakritis”: esa es la prueba que tenemos que aprobar los condenados a muerte, para que nos levanten la condena.

¿Y en qué estaría pensando el bueno de Dios cuando inventó la muerte, esa terrible experiencia que nos deja fritos, mareados y explotados? ¿hay salida ante la muerte?

Buenas nuevas: en realidad nunca morimos. Sólo deja de funcionar un pedazo de “prakriti”, la prakriti temporal” (el cuerpo), pero nosotros, “los prakritis eternos” (el alma), seguimos vivos, siempre. El problema es que, como nos creemos “purushas”: no vemos al “purusha” verdadero (el creador de la muerte). Y entonces tenemos que pasar por la experiencia de muerte de la “prakriti temporal” para que vivamos en carne propia que, ante los ojos de “purusha”, todos somos “prakriti”, y para que, además, experimentemos plenamente nuestra esencia de “prakritis eternos”: no podemos crear nuestra propia vida, no somos “purushas” capaces de darnos vida a nosotros mismos.

Nuestra vida, nosotros, los “prakritis eternos”, viene de la vida del creador eterno, “adi purusha”, el creador original de todo.

Dentro de la energía de la “prakriti temporal”, se denomina “purusha” a los machos y “prakriti” a las hembras. Esta unión entre “prakriti” y “purusha” es la atracción de los opuestos complementarios: el magnetismo del imán. Y así como a los varones nos imantan las mujeres, y a las mujeres las atrapan los varones, de la misma manera nosotros, como “prakritis eternos” tenemos una relación de atracción irresistible con el “purusha eterno”, sólo que como nos identificamos erróneamente como “purushas” (los creadores) entonces el “purusha eternonos produce repulsión, tal como un imán positivo a otro imán positivo. Sin embargo, hay una manera de redescubrir nuestra naturaleza de “prakriti eterna”, dejando de lado nuestra actitud “purusha”. (En realidad hay muchas maneras: cualquier acción no guiada por la arrogancia), pero hay una manera especial de invocar a “purusha eterno” para que nos atrape, a nosotros, los “prakritis eternos”. Y esto es así: “Purusha eterno” tiene un nombre, entre sus tantos nombres, que es Krishna, que etimológicamente significa “el Supremo Atractivo”. Y Él es plenamente fuerte, bello, sabio, famoso, rico y renunciado, por lo que es lo suficientemente poderoso como para atraparnos de la forma en la que él quiera. Sin embargo, como él quiere que nuestro vínculo “prakriti purusha” con él sea espontáneo y de amor, él nos deja nuestro libre albedrío para que elijamos qué queremos.

Entonces, si nosotros, los “prakritis eternos”, elegimos llamar, invocando desde el fondo de nuestro corazón, por nuestra propia elección y libre albedrío, y con actitud de amor y admiración (ante sus atractivos sin paralelo) y también de gratitud (pues el “purusha” nos ha regalado finos caballitos, rosas de colores y bastones de silicio, además de habernos creado a nosotros, los “prakritis eternos”), entonces inmediatamente “prakriti eterno” y purusha eterno” nos fundimos en un romance eterno, tal como la unión maravillosa (aunque esa es siempre temporal) entre un hombre y una mujer.

Pero todavía hay algo más: existe una “prakriti eterna” que es la suprema entre todas las “prakritis eternas” y por ende es la favorita de “purusha eterno”. El encuentro entre esta “prakriti eterna” y “purusha eterno” es la perfección del amor. Ella se llama Radharani, y es la novia de Krishna. Su amor es un eterno amor adolescente, donde en el mundo de los eternos, ella le envía mensajecitos de amor a través de sus amigas, y Él toca su flauta para cautivarla. Es un amor puro, como el de los niños, repleto de magia y juegos de enamorados. Cuando no están juntos, su cariño aumenta hasta el límite de la desesperación. Y cuando finalmente se encuentran, inundan el universo con amor. El canto del mantra “Hare Krishna” es una manera de invocar la unión entre Radharani y Krishna: por cantar este mantra no sólo uno se sitúa inmediatamente en la posición de “eterno prakriti” abandonado su error de creerse “purusha”, sino que además logra lo que nadie puede conseguir: el favor de Krishna, pues sólo Radharani tiene a Dios bajo su control. Hare Krishna.

Pandavanath das (basado en el Capítulo 13 del Bhagavad Gita: “la naturaleza, el disfrutador y la conciencia”).

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